La luna iluminaba la
romántica escena, en la que un hombre y una mujer descansan sobre una cama,
luego del eufórico y rítmico movimiento de la pareja.
Ambos están
exhaustos y se dan caricias finales o promesas de volver a repetir el ritual.
Mientras ella
acaricia el vello del pecho y él riza un bucle de cabello, suspiran al unísono
y miran la luna como logra alcanzar su máximo esplendor.
La joven observa a
su amante con dulce detenimiento para preguntarle si algo lo estaba molestando,
ya que un sombrío semblante se había apoderado de él.
--Nada, mi vida.
Estoy bien. Me detuve a pensar en la rutina. Lo que siempre hago y estoy
obligado a hacer.
-- Te refieres a los
viajes y negocios… Replicó ella, un tanto nerviosa, ya que percibía un triste desenlace
en esta relación.
Un breve silencio
los invadió.
--Sí, claro. Dijo el hombre para incomodar aún más el
momento.
La joven intentaba interceptar la mirada de él, tal
vez intuyendo una respuesta más sólida y que se aproxime a la realidad. No era
la primera vez que le sucedía esto con un hombre, aunque ya no le importaba. Ahora
solo vivía el momento.
Entre las hipótesis que ya comenzaba a tejer se
imaginó ser una más, un desliz de otro marido infiel. Llevaban una semana desde
que se conocieron y ya era el cuarto encuentro. En estas ocasiones nunca
recibió el hombre una llamada o mensaje de texto que lo haya incomodado, ni
siquiera una mentira al descubierto, de esas que se llegan al reiterar
preguntas en distintos tiempos.
Ahora, en la cama parecía otro hombre. Una sombra del
que conoció, incluso su cuerpo lucía distinto. Lo que en un comienzo era un
hombre delgado, lampiño y de ojos claros, ahora lo sentía sobre ella; más
pesado, con mayor masa muscular y en particularmente le llamaba la atención el
montón de vellos en su pecho, en las piernas y mientras le rodeaba los brazos
también podía sentirlos en su espalda.
Como si de un animal se tratase, ella no sentía que le
estaban haciendo el amor, el dolor era extremos como un apareamiento grotesco y
salvaje. Ella comenzó a gritar, a llorar y suplicar, él le tapó la boca con una
mano y apreció como crecían las uñas que ya eran garras y el desagradable
pelaje en todo el hombre.
Desde un gran charco de sangre despiertan brillos por
la luna llena y el ensordecedor grito de la empleada del hotel al descubrir el
cuerpo de la joven mutilado sobre la lujosa cama.
Y tal vez era cierto la sospecha de ella, que era una amante de un hombre casado.
ResponderEliminarTal vez no le hace daño a su esposa, usando a otras mujeres para desatar sus instintos más salvajes y letales.
Muy bien contado.
Muy bueno! Una bestia que engaña a mujeres para poder desaforar sus instintos más bajos. El final me encantó!
ResponderEliminarBesos
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